Hablar de ser bondadoso

No todo el mundo puede ser médico, ni abogado, ni ingeniero.

Pero todo el mundo puede tener ética del trabajo.

Y hacer que cada trabajo sea digno. Sea el trabajo que sea.

Y en mi opinión no solicitada de hoy esa es una de las grandes contribuciones que puedes hacer al mundo.

Menos hablar de ser bondadoso y más trabajar en serlo.

Y si no te gusta tu trabajo, pues trata de cambiarlo, pero sin llorar. Y sin culpar a los demás.

Te cuento esto porque tuve un jefe interesante que me dio una gran lección.

Allá va.

Andaba vendiendo seguros (creo que eran seguros, es que había varias cosas en esa línea de empresa) y andaba arrancando.

Entonces era malo vendiendo.

Me creía bueno porque tenía algo de buena labia para ligar en mi barrio, pero era malo.

Arrogante,

y tenía un concepto de mí mismo demasiado elevado.

¿Lo más divertido?

Apenas vendía. Vendía poco porque era malo, arrogante y con un concepto de mí, equivocado.

Bueno, a mi favor diré que era muy, muy joven.

El caso es que salía a vender y vendía poco.

Y un día, mi jefe me pilló por banda y me dijo…

“Oye, que vendas poco no es problema, pero sí hay algo que es un problema. Cuando algo no funciona, debes esforzarte mucho en saber porqué no funciona.

No sirve que no funcione si no te detienes a pensar en ello.

Tú no aprendes nada.

Cada día cometes los mismo errores.

Haz el favor de averiguar qué falla”.

Joder, así se habla.

Me dio una buena lección.

Fallar no te hace mejor si no te molestas en saber qué falla.

Es así de simple.

Por eso, la ética del trabajo es tratar de hacer bien lo que sea que hagas.

Una zanja.

Descargar un camión.

Da igual.

Hay que poner tensión.

Bueno.

De esos errores hay que aprender.

Entonces, como arreglamos los errores?

Pues contablemente, los errores se consideran No intencionados y se contabilizan contra reservas de manera retrospectiva

Todos tenemos errores, pero no todos aprenden de ellos.

Es lo que hay.